domingo, 24 de mayo de 2015

Gira el mundo, gira. Espacio Labruc.

Aparte de gustos o de preferencias, yo lo que más valoro en un espectáculo es que sea sincero, que no "vaya" de nada y que sea un trabajo respetuoso con la profesión, con lo que significa y para lo que sirve. Hay muchas compañías que llevan este principio a rajatabla y "Vía Muerta" es un clarísimo ejemplo. Y encima me gusta lo que hacen. Bueno, no. Me gusta MUCHO. Así que volver a disfrutarlos es un gustazo y un honor.
En "Gira el mundo, gira" vuelven a juntarse Mónica García-Ferreras y Jorge San José. Lógico. Después del exitazo de "Quizás amar" es normal que aquella química brutal que había entre los dos actores tuviera continuidad. Es mágico y estremecedor lo bien que se complementan las energías de los dos. Su química es pólvora esperando el momento de explosionar. 
Pero volvamos a la "sinceridad" del trabajo. Hay veces en las que te encuentras con pasta, mucha pasta sobre un escenario vacío de chicha, o con fuegos artificiales tapatodo, o con soñadores de premio novel, o con volteretas y guiños snobs para todólogos y aspirantes a cultos de nuevo cuño, o pajas mentales y no mentales destinadas a la autocomplacencia. Incluso hay veces en las que te encuentras todo eso junto. Eso de por sí no es malo, pero si es para cubrir la falta de ingenio, entonces sí. Y ahí ya se caga la perra y se caga servidor. Sin embargo hay otras veces en las que te reencuentras con el teatro como oficio, como investigación, como labor artesanal, vivida, cardíaca y artesana. El teatro como oficio y como creador de sentimientos e historias sencillas, concretas, sinceras, básicas e incluso con un toque naif absolutamente "enamorante". Eso es lo que vas a encontrarte cuando vayas a ver "Gira el mundo, gira". Un historia sencilla, de amor, de fracaso, de heridas, de viajes, de los viajes interiores de dos personajes heridos, minusválidos. Sin florituras, con una puesta en escena sencilla, brillante, dejando espacio a los actores, apoyándose sólo en la luz y en la fuerza de Mónica y de Jorge. 



Un futbolista estrella y triunfador aunque vacío y sediento se saber se cruza con una joven herida, encerrada en sí misma y con una cojera emocional más fuerte y atenazadora que la física. Y el uno con el otro o el uno gracias al otro emprenderán cada uno su particular "viaje del héroe" hundiendo de paso la integridad de cada uno. Integridad que a pesar de parecer limitadora, es la de la propia libertad de cada uno. Los héroes callejeros, los del día a día no hacen cosas llamativas. Simplemente sobreviven, o sacan adelante una familia, o consiguen amar durante años, o son sinceros con ellos mismos, o logran sacar lo mejor del otro. Ese es el heroísmo cotidiano, el de "Gira el mundo, gira". Ana ayuda a Joaquín y Joaquín ayuda a Ana. Y ninguno de los dos se da cuenta de lo que en realidad está haciendo con el otro ni gracias al otro. La historia, en realidad, no tiene demasiadas complicaciones. Quiero decir, que el meollo así contado es claro. Lo complicado, lo duro es el desarrollo del drama en los personajes, con Diego Lescano como elemento catalizador. Víctor, el representante de Joaquín es quizá el personaje más desagradecido y menos interesante, porque realmente no afecta mucho en la historia. Pero sirve en bandeja el drama de estos dos seres heridos que se acercan y separan al mismo tiempo, se ayudan y se matan al mismo tiempo. 
Jorge San José y Mónica García-Ferreras son dos malas bestias. Jorge no puede ser más guapo ni tener más magnetismo. Hay muchísimos actores buenos (España es un paraíso habitado por millones de actores y actrices descomunales) pero actores buenos y con el carisma suficiente como para que la mirada se te quede pegada a él, muy pocos. Jorge consigue hipnotizarte y encima lo hace desde la sencillez de lo cercano. No es un personaje con una vida interior compleja y llena de vueltas y recovecos, sino al contrario, en un ser casi básico, simple, sencillo, primario, un choni de barrio. Y hacer eso como lo hace Jorge requiere de una capacidad acojonante. Porque conseguir que un personaje parezca tu vecino de abajo y esconderle las capas para que estas afloren solas en el momento preciso es un trabajo de filigrana. El viaje de Joaquín es un viaje duro, salvaje, en el que salen a la luz heridas ocultas y muy, muy dolorosas. Bajo su aspecto desinhibido, sufre un ser humano doliente y culpable. Magistral.



Mónica, es para mí una debilidad. Una mujer que lleva en esto del teatro toda la vida, siempre fiel a sí misma, con una calidad y una calidez descomunales. Es modesta, frágil, bestial, ingente, inteligente, sincera y curranta. Tiene todas y cada una de las cualidades que amo en una actriz. Y encima sus resultados son intensos, precisos, milimétricos, conscientes y bellos. Su Ana Vega es tierna, seca, castellana, dulce y correosa, con esa facilidad para alejar de ella a los que más la cuidan y la quieren que resulta familiar y dolorosamente conocida. Ana es coja, pero la cojera que más le duele y la que mas herida la tiene es la cojera del alma. Está revenía por dentro y ese remolino en el que vive la va a tener encerrada bajo su poncho toda la vida. Su viaje será hacia una luz escondida, hacia un horizonte inimaginado y hacia un ser opuesto a lo que ella piensa de sí misma. Más dolor y más dolor. Mónica, la Irene Gutiérrez Caba del siglo XXI no sólo lo borda sino que lo desborda y lora dotar de cuerpo y de espíritu a esa alma herida y deshojada. 



No dejéis de ver esta joya de integridad y de trabajo bello. La sinceridad en una puesta en escena naif, sencilla, honesta y con los latidos de un corazón artista latiendo por todas partes.     

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